Érase una vez una niña llamada María. Quería mucho a sus padres pero toda su infancia veía sus relaciones muy complicadas y traumáticas para ambos. María sabía y sentía lo que era el amor de hija y su padre/ madre, pero no sabía cómo se veía y se sentía el amor y la paz entre papá y mamá, entre las dos personas más importantes del mundo. Su mayor sueño desde pequeña era tener su propia familia. De otra manera, donde papá y mamá se aman y aman a sus hijos. Una familia en la que todos están felices y seguros. Y pasó el tiempo.
Los padres se divorciaron y su papá tuvo otra familia. La relación con él se interrumpió durante muchos años. Al crecer, la niña María miraba a los chicos y los evitaba. No sabía cómo establecer relaciones con ellos, ni cómo responder a la atención que le brindaban. Y cuando por primera vez en su vida sintió el primer amor y atracción de la adolescencia por un chico, ella estaba muy asustada. «¿Quién soy yo? ¿Qué pasa conmigo?» Ella tenía este tipo de pensamientos. «No, no. Está prohibido. No hay necesidad de tenerlo.»
En su juventud trató de ser invisible para los chicos y solo podía interactuar con ellos como amigos. Pero a medida que maduraba, más le prestaban atención los muchachos, y más fuerte comenzaba a sonar el sueño de la infancia: tener una familia amorosa. «¿Pero cómo? ¿Con quién? ¿Es posible?»
A la edad de 30 años, María se dio cuenta de que todo lo que le era posible eran relaciones de corta duración con los hombres. Las relaciones no se desarrollaron y se desvanecieron muy rápidamente. Todo lo que podría «construir» era una amistad o una fugaz historia romántica. Y en algún momento, dejó de fijarse ese objetivo. Las relaciones de pareja comenzaron a sonar como una imposibilidad y una completa decepción. Y el sueño infantil, de amor y una familia, era una utopía. ¿Cómo crear algo que no existe? Nunca sucedió. Y no lo hará de ninguna manera.
A los 32 años, María tuvo una hija. Quería un hijo/a, pero no estaba lista para tener un hombre a su lado. Por lo tanto, cuando escuché de él el rechazo a estar juntos y ser una familia, no le sorprendió. Ella no quería convivir con un hombre, tener un esposo, porque no entendía qué hacer con él y cómo construir una relación sana.
Su hija creció y el dolor interior se intensificó. Miedo de que algún día llegue el momento y la hija pregunte: “Mamá, ¿dónde está mi papá? ¿Quién es él? ¿Por qué no está con nosotras?»- no dejó vivir a María.
Un día escuchó sobre una forma nueva e inusual de trabajar consigo misma, que ayudó a las personas a resolver varios problemas difíciles en la vida.
Ella se interesó y comenzó a buscar información sobre este método. Más tarde, encontró un especialista que pudiera trabajar con los problemas dolorosos. «¿Por qué no? Necesitas intentarlo. Es poco probable que empeore».
La solicitud para la primera sesión fue sobre el padre de su hija, su partida y la incapacidad de crear una relación buena de pareja en su vida. El resultado de esta sesión fue asombroso, todo lo que le había causado dolor, decepción durante años, ese miedo que había tenido, todo se fue. Por primera vez en varios años, María se sintió tranquila y bien. Es como tener un gran callo en el pie, que causa incomodidad constante y, a veces, dolor. Te acostumbras a vivir con él, te adaptas, de alguna manera te calzas y caminas con él, pero no te lo puedes quitar ni sanar. Y luego encuentras un especialista que lo cura.
El callo ya no está. Puedes correr, usar otros zapatos y ya no esconder tu pie. Simplemente puedes vivir de otra manera.
Después de la primera sesión y las siguientes tres, los cambios que María vió, y sintió que quería aprender a hacer sesiones por sí misma. Llegó el momento de aprender el 1er Módulo de GSR.
Ya llevo 3 años y medio haciendo el primer módulo de GSR y sesiones regulares para mí misma. Durante este tiempo se han producido una gran cantidad de cambios en mí vida debido a este trabajo conmigo misma:
- Dejar el empleo y empezar el trabajo por cuenta propia.
- Desarrollo de especialidades completamente nuevas y crecimiento en las mismas.
- Crecimiento de ingresos de autónomo desde zero.
- Se ha ido la alergia a la floración de cada primavera, con la que convivía más de 20 años.
- Dar a luz a mi hijo de forma natural después de la primera cesárea.
- Mejorar la relación con mi padre, con quien no me comuniqué durante 10 años y no esperaba que comenzara.
Pero el cambio más importante y valioso con el primer Módulo de GSR es la relación con mi esposo y obtener nuestra familia numerosa. Para mí, esto solo fue posible a través del trabajo regular conmigo misma. Esto no quiere decir que no tengamos problemas. Claro que sí. Pasamos por procesos complejos en las relaciones de pareja.
Durante estos 3 años, nos acercamos dos veces a un posible divorcio y un final de la relación. Cada vez que pasamos por esto, podemos cambiar lo que desencadena el deseo de interrumpir, de renunciar, de romper. Cada vez yo hago sesiones GSR conmigo misma, y mi esposo lo hace consigo mismo y sucede una transformación, deja abierta una nueva oportunidad de estar juntos, de cambiar y de mejorar nuestra relación.
Entiendo absoluta y honestamente que si no tuviera el primer Módulo de GSR y la oportunidad de tratar conmigo misma tan profundamente, nuestra relación terminaría. O tal vez simplemente no sucedería.
Y es este valor de cambiar lo que es, de hacerlo mejor, de hacerlo posible, lo que contiene esta herramienta para mí. Por eso está conmigo todos los días en cualquier situación. Y en cualquier contexto de mi vida.