Un diálogo entre una madre y su hijo:
- –¡Oye, bizcochito, venga, vamos rápido a buscar a Sasha!
- —¡Mamá, no soy bizcochito, soy tu hijo!
- —¿Mi hijo? ¿Pero tú tienes alguna prueba?- la madre aclara en broma.
¡Claro! – responde Stepan sin dudarlo ni un minuto -¡Mírame a los ojos, está ahí!-
Sonriendo, cruzan la calle alegres, charlando sobre todo y nada riendo a carcajadas, mirándose el uno al otro y agarrándose fuertemente de las manos.
Somos yo y mi hijo mayor de 7 años. Esta relación ya es algo irreal para mí. Nunca habíamos podido interactuar tan fácilmente, tan tranquilamente y con tanto apoyo. El año pasado era muy diferente, aunque ya en aquello momento sentía una estrecha conexión con él. Es mi motor, mi motivación.
Analizando mi camino los últimos tiempos, veo que ha empezado de sentirme de manera diferente.. Soy más honesta y abierta. Me encanta que mi ́ mujer interior ́ se esté sintiendo viva – ahora me importan el orden en la casa, el cuidado de los niños, el aporte y apoyo de mi esposo, llenar mi mundo de apoyo, de amor. Me encanta ver por la ventana el rostro sonriente y luminoso de mi marido: cuando vuelve a casa y levanta la cabeza cada día, sabiendo que le esperan, que allí están sus hijos y yo. Y eso es super importante, saber que tiene prisa por estar con nosotros, prisa por volver a casa. La casa es la fuerza, es la comodidad, donde nos necesitamos el uno al otro. Familia. Nuestras conversaciones se han vuelto más francas, hemos empezado a crecer. Todos. A desarrollarnos como familia y cada uno en su esfera. A veces es difícil encontrar palabras para describir lo estrechamente «conectados» que estamos. Eso es valioso.
Honestamente, después de haber escrito esta publicación, pienso en el hecho de que nunca antes se me había ocurrido, que al cambiarte a tí misma se puede cambiar tanto tu mundo. Tu sensación y actitud hacia él.
Tenía la idea de que uno podía estudiar, luego obtener una profesión, aprender cosas nuevas, luego mejorar sus calificaciones. Pero cómo se puede aplicar a sí mismo, a su vida, cómo cambiar su percepción del mundo, de las personas, su actitud hacia ellos… Siempre había habido solo una opción extrema – cortar, cerrar. ¿Pero a dónde lleva eso? Esa pregunta tampoco estaba aún en mi imagen del mundo. No había lugar para mí, tampoco para mis sentimientos, solo para cómo sobrevivir, cómo manejar, cómo llegar, cómo superar. O ‘tengo que’…
En general, la gente empieza a pensar que es hora de cambiar algo cuando ya casi todo ha desaparecido. Así también yo, al darme cuenta de que era una extraña en mi vida y en mis hijos, empecé a buscar una solución. Lo primero que se me ocurrió fue, naturalmente, un psicólogo. Sí, para niños. Pero me habían dejado claro que primero hay que ser estable y luego ayudar a los niños. Y comenzó el trabajo conmigo misma. Probablemente, hubo algún resultado, pero no lo vi de ninguna manera en mi vida. Nada cambió, excepto que empecé a ver aún más clara mi agresión hacia los seres queridos y a cerrarme por dentro. Sí, de alguna manera no es muy agradable verlo en mí misma. Así que dejé el psicólogo.
Pero cómo se dice, el camino se hace andando. Me encontré a una amiga que empezaba a aprender un método nuevo, estrechamente relacionado con su trabajo en psicología, trabajo con sentimientos, terapia narrativa. Con esa conversación comenzó mi trabajo conmigo misma con este método.
Fue interesante y sencillo dominar la técnica del módulo 1 de GSR, pero no podía entender cómo podía cambiar usando ese método ni el concepto de que todo era posible. Aunque poco a poco, entendía que tenía más fuerza, que me cansaba menos, que no estaba extenuada, que podía y quería pasar más tiempo con mis amigos, que la vida empezaba a ser más interesante, que podía existir, simplemente amar. Aparecian más colores y deseos en la vida. Entendí que era más inteligente de lo que pensaba, que no simulaba ser otra persona, que no actuaba, que siempre podía ser yo misma en cualquier situación.
A veces, me siento cómo Neo de ‘Matrix’, en quien han instalado una función nueva y él intenta sentirlo en si mismo, jugando con los dedos de sus manos, apretándolos en un puño. Siente su cuerpo nuevo. Yo también me siento así a veces, cuando trabajo con mis sentimientos, me siento nueva, auténtica con mis hijos, mi marido, mis allegados. Siento cómo cambian ellos y el mundo alrededor, mi percepción de ello. Vivimos cómo sentimos. Es improbable que vayas a mirar desde el cariño o hacía el futuro si todo te irrita. Lo único que harás será cerrarte y marcharte.
Y si te sientes bien y ligera quieres compartirlo, apoyar a tus allegados y seguir adelante. En su turno, ellos sienten esta ola, responden y aparece la continuación, el camino. ¿Es verdad que los resultados de estos situaciones son muy distintos, no?
Así que por eso sigo trabajando en mi misma con el módulo 1 de GSR, eligiendo el trabajo con mis sentimientos y por eso, voy hacía mí misma. Todo es posible. Es que mi verdadero yo es un futuro feliz para mis hijos. Y los hijos de mis hijos.