La recuperación después de una cirugía mayor no es poca cosa. El dolor físico de las incisiones, la debilidad producida por la anestesia y, como fue en mi caso, por un procedimiento inadecuado e incorrecto durante la operación, requiere una larga y ardua terapia para recobrar la energía y la fuerza física. Pasar por el quirófano también tiene un costo psicológico dejando a una persona vulnerable, con dudas, temores e inseguridades que surgen. También están las extenuantes tensiones financieras y familiares a medida que uno se recupera, ya que en este periodo uno es incapaz de trabajar y cuidarse por sí mismo. Volver al bienestar y la vitalidad no es una tarea fácil, ya que se requiere estabilidad mental, enfoque, claridad, tenacidad y apoyo de la gente alrededor del paciente para la pronta recuperación en todos los ámbitos.
Raíz del problema: mi historia comenzó hace más de 30 años cuando los médicos me diagnosticaron una condición médica llamada Pseudotumor Cerebral, por la cual mi cuerpo inexplicablemente produce o no evacua el líquido cefalorraquídeo adecuadamente. La acumulación adicional de líquido puede provocar ceguera, coma y muerte. Los medicamentos y la cirugía son formas de evitar estas severas consecuencias. En mi caso, numerosas intervenciones se han realizado de manera ineficaz a lo largo de décadas para aliviar la presión intracraneal, causando complicaciones e infecciones graves. Por lo tanto, yo temía de nuevo complicaciones en otra intervención, y por eso trate de evitarla desde el comienzo de la pandemia hasta que los médicos vieron que no había otra solución. La previsión de la cirugía que era de 90 minutos para este tipo de intervención, en mi caso, fue más de 4 horas; se requirió una tercera incisión inesperada, lo cual provocó un incidente durante la inserción del catéter que me dejó con un nervio cortado en la garganta y la cuerda vocal izquierda paralizada. Teniendo dificultad para tragar e incapaz de hablar bien, regresé a casa del hospital sintiéndome una mujer cambiada. La medicina tradicional había hecho todo lo posible, y ahora yo necesitaba encontrar mi voz interior.
Una nueva técnica: al no saber cómo gestionarlo, miré hacia adentro. No soy ajena a la medicina alternativa, ya que he meditado diariamente durante décadas, habiendo estudiado el budismo Mahayana, soy maestra de Reiki, tarotista, lectora de Lenormand, astróloga, y exploradora de artes curativas, entre otras cosas. Mantengo mi mundo interior, que tengo en alta estima, y practico el silencio y escuchar mi ser interior con atención. Sin embargo, lo que más me intrigó fue una técnica que me presentó una de mis maestras. Una técnica para el autodesarrollo llamada GSR, que tiene como uno de sus lemas principales «Cualquier problema puede ser resuelto. Cualquier objetivo se puede lograr». Esta técnica es bastante simple pero ingeniosa: cuando uno tiene un estado interior de emoción o sentimiento lo toma mirando un pedazo de papel, y luego lo arregla repitiendo un esquema de pasos enseñados que conducen a una resolución.
Mis andanzas en esta técnica comenzaron por sugerencia de mi profesora de astrología, mucho antes de que esta cirugía tuviera lugar. Continuó en la forma de tomar sesiones antes de que pensara en dar el salto al aprendizaje del Módulo 1 de GSR, lo que hice pronto. Recuerdo estar sentada y observar al especialista hacer lo que yo llamé, «este pequeño baile» (los pasos), con total asombro. Observándola, fui asimilando lentamente un entendimiento de que GSR se convertiría en una parte integral de mi vida.
Después de la cirugía estaba desesperada por encontrar una manera de salir de la situación física y psicológica en la que me encontraba, y recurrí a esta técnica como herramienta. Profundicé en esta técnica haciendo sesiones por mí misma y haciendo sesiones con especialistas. Todavía recuerdo la alegría que sentí cuando llegué al punto de recuperación, y pude volver a hacer mis propias sesiones. Era como si el cielo se hubiera abierto y nada pudiera detenerme. Fui lenta, pero concentrada y deliberadamente. Una nueva energía y recurso interno se había despertado en mí. Curiosamente, no sabía cuáles serían los resultados. Fue la frustración de perder mi identidad cuando perdí la voz, de seguir sintiendo el dolor físico de los dolores de cabeza incluso después de la cirugía, lo que me llevó a continuar sesiones. Quería sentirme viva. ¡Deseaba querer sentirme viva! Tal vez esta fue la mayor revelación, el día en que llegó la sesión cuando pude sentir mi propio ser, mi propia vida; mirar el sol y sentir su calor en el núcleo de mi esencia. Esto fue como florecer en una nueva realidad. Al encontrarme teniendo tantas dificultades para hablar, me di cuenta de que mi voz no me definía, como había creído. Se acabaron los miedos, las dudas, las luchas.
El cambio: mis objetivos ahora han cambiado. Esta técnica no solo me ha ayudado a seguir escribiendo un libro sobre mi experiencia. También mi comprensión y aceptación sobre el dolor crónico ha crecido. Y también estoy enfocada en convertirme en un coach de transformación, ya que quiero ayudar a otros a lidiar con lo suyo. Por esta razón, quiero utilizar las herramientas que conozco, como ser especialista en GSR y hacer sesiones con otros, para guiar y apoyar a aquellos que se encuentran en momentos cruciales en sus vidas.
Quizás lo más relevante es que me estoy volviendo más receptiva, abriéndome, descubriendo quién soy un poco más cada día; teniendo la confianza en mí misma y en mi ser para ir más allá. Eso es parte de la belleza de este proceso. GSR me ayuda a descubrir quién soy con un enfoque agudo, viendo con claridad. Ahora hay un entendimiento. Cuando me siento de cierta manera, de forma extraña, inquieta, si hay resistencia, si hay lucha, si algo me hace infeliz simplemente tomo un síntoma y lo arreglo. Todo es basado en el Módulo 1.
Estoy en GSR con el único propósito de que siento que es la herramienta más accesible que conozco que toma y arregla cualquier desconexión o trastorno de las tendencias familiares pasadas arraigadas en el subconsciente. Tal vez la mejor parte es el poco reconocimiento que uno necesita tener al comienzo de una sesión para que el proceso se desencadene exitosamente. Sé lo bien que está funcionando porque mi esposo, que no es de los que se dan cuenta de este tipo de cosas, me anima a continuar, ya que ha notado cuánto estoy cambiando.
Sin embargo, después de haber pasado por una cirugía tan difícil, me he dado cuenta de que hay otro lado que me ha hecho volver a esta técnica: el enfoque en la realidad externa. A medida que uno práctica, la capacidad de percibir la relación directa entre los sentimientos y emociones internas y la realidad externa se agudiza, ya que uno entiende que realmente no hay nada inalcanzable. La conexión entre los deseos y su realización se convierte en una meta alcanzable en lugar de un sueño imposible.
Yo misma me he dado cuenta del cambio provocado en mí, y esto me ha llevado a decidir ser un coach de transformación (tres personas me pidieron sesiones en la misma semana, en algo que yo estaba soñando). Como todavía me estoy recuperando, el tiempo que invierto es limitado, programo citas espaciadas. Espero trabajar con personas que buscan hacer realidad sus sueños, siguiendo el proceso desde sus estados internos de emociones y sentimientos hasta la observación de cómo cambian las cosas en la realidad externa. ¡Los sueños se hacen realidad!
Muy interesante,eres una mujer fuerte y luchadora, te deseamos lo mejor de lo mejor, nos alegra averte conocido.